Muchos de los jóvenes, niñas y niños se sienten orgullosos de sus llamas y cuentan a los pobladores vecinos que sus llamas son el resultado de mucho trabajo y sacrificio. La experiencia ha sido muy positiva.

Distribuir la riqueza: un reto ineludible

México

Feb 20, 2020

En el Día Mundial de la Justicia Social, reflexionamos sobre dos de los mayores retos a los que se han enfrentado las civilizaciones a lo largo de toda la historia y hasta la actualidad: las grandes brechas de desigualdad y la distribución de la riqueza.

Son sobradamente conocidas las pirámides precolombinas que han permanecido hasta nuestros días como testigos de las sofisticadas culturas que se desarrollaron durante siglos en el área mesoamericana, principalmente en los territorios de los actuales países de México y Guatemala. Millones de turistas visitan cada año sus principales yacimientos arqueológicos, como Tikal, Teotihuacan, Xochicalco o Monte Albán.

Pero pocos visitantes se percatan del hecho de que en casi todas ellas se han encontrado restos de incendios y de destrucción, marcando el fin de cada una de dichas ciudades-estado, algunos hace casi 2.000 años, otros hace relativamente pocos siglos, que los arqueólogos han relacionado con revueltas populares que acabaron con la vida de esas civilizaciones altamente jerarquizadas y, también ellas, piramidales: dirigidas por una élite privilegiada y dominante, sometían a una masa popular explotada y precaria mediante la fuerza militar y religiosa, hasta un punto de quiebre que, tarde o temprano, acabó con la mayoría de ellas, cuando la población sometida y exhausta decidió poner fin al dominio de sus opresores.

La cuestión social siempre ha subyacido en la historia y en el destino de cualquier civilización, y el asombro que nos pueden producir sus avances tecnológicos o sus conquistas no debería impedir que nos preguntemos también, tanto en el caso de las civilizaciones antiguas como en nuestras sociedades contemporáneas, si lograron o hemos logrado desarrollar fórmulas para que los logros alcanzados acaben permeando y beneficiando al conjunto de la población.

La historia moderna nos presenta la evolución, con mayor o menor fortuna, de diferentes modelos de distribución de la riqueza según diversos modelos políticos.

En el momento actual, muchos de ellos han entrado de nuevo en crisis, pues en su mayoría no han sabido disminuir la enorme brecha social que se sigue abriendo entre los más afortunados, por un lado, y las crecientes masas populares por el otro, que no consiguen asegurarse el mínimo para una vida digna y con oportunidades de crecimiento: ¡las pirámides humanas del siglo XXI son cada vez más altas y más inalcanzables!

Las migraciones desesperadas entre países y entre continentes son un recuerdo doloroso de dicho fracaso en la producción y distribución de la riqueza no solo a nivel nacional, sino a nivel global; y el auge de los nuevos líderes políticos en la escena global es tan solo un indicador de la necesidad flagrante de hallar fórmulas reales y eficaces para que todos puedan participar en algún grado de los beneficios de nuestra civilización.

No cabe esperar que la riqueza de una sociedad se vaya a distribuir espontáneamente de forma equitativa.

Los gestos admirables por parte de algunos filántropos y personas generosas y desapegadas para compartir su riqueza con los más desfavorecidos no logran esconder una realidad comprobada de forma dolorosa durante miles de años: no cabe esperar que la riqueza de una sociedad se vaya a distribuir espontáneamente de forma equitativa, pues hacen falta mecanismos públicos y de obligado cumplimiento para que la solidaridad entre sus miembros sea efectiva y real.

Según datos del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), más de la mitad de la población empleada en México gana menos de 5.000 Pesos (250 EUR) al mes, en un país con un PIB per cápita de más de 9.000 USD, pero con una distribución muy desigual de la riqueza. Es tan solo un ejemplo más de la dirección en la que se está moviendo el reparto de la riqueza a nivel mundial, cada vez más desigual y más polarizada.

Por otro lado, existe un consenso acerca del hecho de que los recursos globales son más que suficientes para poder ofrecer una vida digna a todos los habitantes de nuestro planeta.

En este sentido, el llamado tercer sector en el que se engloban organizaciones de la sociedad civil como Nuevos Caminos tiene una doble misión: hacer posible esta solidaridad con aquellos que se encuentran en la base, cada vez más nutrida, de nuestras pirámides de exclusión social, y reclamar y denunciar ante la sociedad la necesidad urgente de encontrar formas más eficaces para distribuir la riqueza, un reto sangrante e ineludible.

No podemos seguir omitiendo el deber de afrontar con valentía y con creatividad la tarea de alcanzar una mayor distribución de la riqueza. Las pirámides mesoamericanas nos recuerdan, a través de los siglos, que las sociedades polarizadas en forma extrema acaban fracasando en su intento de perpetuarse. Estamos a tiempo de evitarlo, y tenemos los recursos para hacerlo.