Mi mayor alegría de la semana
La situación en República Dominicana con respecto a la inmigración haitiana es muy compleja y dura.
Las deportaciones masivas e indiscriminadas, sin atender a leyes internacionales o derechos básicos están a la orden del día. Y podría correr mucha tinta si habláramos también de las constantes y conocidas corruptelas de personas empleadas por el gobierno en las fronteras y chequeos. Pero eso es harina de otro costal.
Hoy quería contar mi mayor alegría de la semana. Hace unos días nos avisaron de que había un niño haitiano con grandes quemaduras en una pequeña comunidad y que su estado de salud era grave. Ya había sido atendido y se le habían realizado dos injertos, pero su madre, sin saber español y con miedo a ser deportada en cualquier momento, no se atrevía a llevarlo a hacer curas y dar seguimiento a los injertos, con lo cual se le estaban infectando.
Cuando lo visitamos con una médica pediatra no paraba de llorar, con miedo a que lo tocaran y quien sabe a qué más cosas. Finalmente, una vecina se prestó a llevarlo al hospital a hacerle las curas.
Ya en el hospital de Azua se nos sugirió mandarlo a la unidad de quemados de Santiago. Se encuentra a más de 5 horas de camino. Ideamos cómo mandarlo, movimos los hilos para que lo hiciera una ambulancia del ayuntamiento, conseguimos una carta de la senadora por si los paraba migración, organizamos quien acompañaría a la madre, quien traduciría, el tema de los gastos...
Por suerte, en el hospital apareció un médico amigo que se ofreció para operarle los injertos y así no tener que realizar el complejo traslado a Santiago ¡Qué gran alivio! Así que ahora hemos organizado cómo dar continuidad a las curas, contactar con un cardiólogo pediatra y entrar en cirugía para los injertos. También garantizaremos su alimentación, pues al niño, como dicen en República Dominicana “le falta cuchara” y comer bien es esencial para la cicatrización de las heridas, que están en casi todo el cuerpo.
Queda mucho camino por recorrer, pero estas situaciones concretas y tan cercanas, en las que podemos coordinar a varias personas que se conmueven, para aliviar el sufrimiento, me dan una inmensa gratificación.
¡Así que mi mayor alegría de la semana ha sido ver esta foto que le tomaron tras salir de la cura para que comiera y tomara un jugo! El pequeño parecía otro.
